Juan en su rincón en la Taberna Alfaro con Angel Alfaro Alberto al fondo Carlos Curro del Realejo y Antonio Valentín |
Juan Moneo Lara era un superviviente, él y
todos los que le queríamos o admirábamos como artista lo sabíamos pero no
habría pasado nada si hubiera estado un ratito más entre nosotros porque
"El Torta" no había dicho todo lo que tenía que decir ni en el Flamenco
ni en la vida. Se
ha marchado antes de tiempo como otras personas de nuestro entorno y a quienes
a diario echamos de menos. Hemos reconocido en numerosas ocasiones que somos
flamencos, o lo parecemos, gracias a Camarón y por eso somos “camaroneros”. Pero desde que el cante de Juan nos entró vía vena auditiva somos
"tortainómanos" confesos y este duro golpe nos dejará mono de no
volver a ver y sentir a uno de los más grandes para toda la vida.
Abundantes los ratitos, breves pero
intensos, que hemos pasado junto a nuestro ídolo sufriendo con su sufrimiento
mientras cantaba en un escenario. También disfrutando de sus “chalauras” y buen
humor cuando se relajaba en momentos tranquilos, actitud con la que Juan se complacía en
escasas ocasiones dado su complejo temperamento. Ahora toca el turno de hablar
y escribir sobre él porque ya no estará más entre nosotros. Como todo
“tortainómano” que se precie lo de escribir sobre él no es ninguna novedad,
desde que conocimos a Juan Moneo hemos pregonado sin pausa que era un cantaor
capaz de llegar a lo más alto cuyas circunstancias personales no lo hacían
posible. Nadie que haya compartido cartel con él quedaba indiferente, incluso
asustaba, por sus maneras y por la fidelidad de su público. Recordamos actuaciones en los alrededores de
Madrid en las que Juan nos contaba sus proyectos e inquietudes mientras se
echaba un cigarrito. Le llevábamos y traíamos en el coche y nos cantaba cosas
que luego por la noche repetía. Flipábamos sólo con estar con él y percibir ese
carisma bohemio de artista. Nos reíamos con los comentarios jocosos y
perniciosos en los que se le aludía como un cantaor cortito que lo mejor que
hacía eran las bulerías. ¡Cómo si fuera fácil! Indiscutíblemente, pasará un
tiempo hasta que se suba a un escenario otro cantaor que tenga ese
inconmesurable registro por bulerías y que además lo exprese con la intuición
de El Torta. Había veces que actuaba el viernes en Chaquetón y el sábado en
Casa Patas y no repetía ni una letra cuando otros mejor considerados y menos
malditos reproducían actuaciones como un cliché. Metía mano a todos los cantes,
era un buen aficionado. Le encantaba Mojama, Antonio Mairena, Chacón y su
ídolo, como el nuestro, era Camarón. Los tópicos de cantaor maldito, las
juergas y sus “espantás” no dejan de ser ciertos. Más de una y dos veces nos
hemos quedado con cara de tontos esperando que Juan apareciera o si aparecía
que cantara de forma decente. Pero más de tres y más de cuatro también nos
hemos quedado con la boca abierta y el corazón encogido al oírle. Pese a todo
Juan se ha ganado su lugar en la historia del cante como una leyenda viva, y
como otros grandes fue capaz de
aglutinar, no sólo a flamencos, sino a un público muy dispar. Cuánta gente del
rock ha seguido a la santísima trinidad del cante: Camarón en el cielo, Morente en la tierra y el santo espíritu de Juan Moneo El Torta.
Paréntesis. Cuando habiamos terminado este
texto se nos va otro de los más grandes, Paco de Lucia. Los flamencos y amantes
de la guitarra nos quedamos ya huérfanos del todo. ¿A quién vamos a escuchar
ahora? Se preguntan algunos. Cerramos paréntesis sabiendo que la vida continúa.
Ahora escribirán maravillas de Juan,
versarán las habilidades de sus melismas, rescatarán sus momentos oscuros y
otros no tanto mucho más vitales, aunque nadie podrá devolvérnoslo. Los jóvenes
aprenderán su cante sin haberlo visto nunca en vivo, lo venerarán y disfrutarán
como a su hermano Luis de la Pica ,
también de Jerez, ahora escuchado con más admiración que en vida. Juan deja
grabaciones en el olvido, proyectos sin continuidad y muchas asignaturas
pendientes entre las que cabe la peña en Jerez que nunca tuvo. Bienvenida sea
si es para que se le reconozca como un cantaor puro, digno y grande. "El
cante (o la vida) no es lo que uno quiere, es lo que tiene que ser" dice
Jesús Méndez en el tema Su voz cantaora
en Añoranza que canta con el propio
Juan. Cuando llegué nuestra horita sabremos si Juan Moneo y el resto de las
personas queridas que se fueron estarán en buena compañía, en la gloria como dicen los que quieren
creerlo así. Mientras tanto algunos sabemos donde está el infierno y nuestro
héroe lo llevó consigo parte de su vida. Eso no le impidió disfrutar momentos
maravillosos con las personas que le querían o que alguna vez le quisieron,
tanto en su vida como en su cante. A su hijo Juan le contaremos con orgullo que
su padre fue grande y que mayor fue su herencia cantaora. Juan ha muerto, viva el Rey Moneo!!